Muchas mujeres están en la idea de que el placer es
algo mental, algo supeditado a sus pensamientos y deseos mentales y por ello
controlable desde la propia mente. Esta es una idea patriarcal, incluso
religiosa del ámbito judeo-cristiano, de forma que el placer y deseo sexual se
separen por nocivos y sucios de la mente y razón.
Y aunque hoy en día nuestra sociedad es más abierta y
permisiva, lo cierto es que muchas, demasiadas, personas siguen pensando que el
deseo sexual para ser sano debe ser algo mental, controlado por la razón (la
moral, religión, costumbres, sociedad…) y cuando lo controla el Sexo, es algo,
si no sucio ni pecaminoso como antes, si difícil de controlar, incluso una
obsesión.
Todo viene de que se separa el Sexo del resto del
cuerpo/emociones/sentimientos. Se desplaza al Sexo a un lugar íntimo, privado,
de momentos y lugares (y personas) concretas, en lugar de sentirlo como la
energía más hermosa, sanadora y divertida que tiene el ser humano. Y con todo
esto, se supedita el Deseo a la Razón, de forma que se encuadra y organiza, se
protocoliza haciéndole perder su carácter liberador, su personalidad divertida
y espontánea, su forma de ser abierta y sin complejos ni normas, ni
directrices.
La Tigresa (y el Dragón) deben sentir el Sexo como un
todo, como una energía fundamental de su Ser, e interactuarla con el resto de
su vida, de su hacer, de su pensar… El sexo no tiene tiempo, sino que él marca los
tiempos, el latido de Gaia, y no puede tener normas, exceso el respeto al
amante, porque precisamente, su libertad es la que permite que el cuerpo, mente
y espíritu crezcan y se mantengan sanos y jóvenes.