jueves, 9 de agosto de 2018

DESEO, PLACER Y ORGASMO LOS DONES FEMENINOS DE LA FELICIDAD


Nuestra cultura patriarcal nos enseña, por desgracia, que el deseo, el placer y el orgasmo son un regalo que la mujer ofrece al hombre para colmar su sexualidad. En este caso estaríamos hablando de una energía sexualmente densa, de baja vibración, que sólo pretende la dominación de la sensualidad femenina para el placer, casi exclusivo, del varón.

El Tao sexual sanador nos enseña todo lo contrario. El Deseo, el Placer, y el orgasmo son energías vibracionales de ambos sexos, son fuente de salud, de bienestar, de alegría y felicidad; el más exquisito alimento. Y ambos, dragón y tigresa, lo pueden (y deben) vivir y experimentar en plenitud.

Y dentro de esta experiencia encontramos que el Deseo, el Placer y el Orgasmo, las bases del Erotismo sagrado, son dones de Lo Femenino, dones de la diosa sexual, cual desde un estado sutil y no físico, regala en cada momento a la Tigresa (también al dragón) como iluminación en su senda de vida, para que a través de estas vibraciones sexuales, elevadas, sutiles, la Tigresa encuentre, siempre, su senda de alegría, felicidad y salud.

Por todo ello, la mujer/tigresa debe experimentar en su cuerpo físico, mental, síquico, emocional el don de su Sexualidad Femenina. Debe conocer y sentir en todo momento el Deseo de un encuentro sexual o de un momento de placer íntimo (autocultivo de la Perla dorada) sin que haya apegos ni restricciones mentales/morales/educacionales/religiosas. La Tigresa debe en todo momento sentir el Placer en cada centímetro de su piel, en cada célula de su cuerpo, en cada átomo emocional, Placer personal, placer real que le haga vibrar en una frecuencia tan elevada que le permita transcender de lo Físico. Y la Tigresa debe poder sentirse orgásmica en todo momento, plena de deseo y placer, sentir como su Océano del Yin crea mareas sin cesar que la permitan sentirse libre, transformarse, y crecer en un estado de salud maravillosamente agradable.

La Tigresa debe permitirse, sobre todo en estos momentos estivales, dejar que su cuerpo se libere de ropas y ataduras, sentir el calor del Sol en su piel, la frescura de los rayos de Luna en su desnudez, bailar la danza del deseo, y llegar a un estado permanente de orgasmo sagrado.